Se
van borrando los contornos, lo siento.
Levedad
del cuerpo que, sin querer,
traspasa
el muro hacia la cama.
Los
zapatos de tacón
en
mitad de la habitación.
Y
en el espejo nada.
Un
fantasma cruza la estancia,
se
tumba en la cama hecha en la mañana,
sueña,
reposa,
en
lo invisible,
después
de perder otra vez.
La
seda de un sujetador duerme en el sillón.
Fue
elegido con premeditación y alevosía,
a
juego con el erotismo
muriente
en la última neurona
apoyada
en la almohada.
Reinventarse
y salir,
sabiendo
de una desvanecida vuelta
a
los huecos vacíos.
Y
todo porque me apetece así.
Joder,
no queda whisky…
Me
desvanezco.
MARÍA RAMOS GALLARDO. "UN ENTE EN EL DIVÁN". EDITORIAL EXLIBRIC. 2018 ©