EL GRITO
No es abrir una pequeña caja de madera
con un recuerdo querido dentro.
No es recrear una caricia,
ni rememorar hojas al viento.
Ni el abrazo.
Ni el beso.
La única hoja que hay es un papel
que te desafía y te ciega,
y frente a él un grito sin forma,
solo fondo.
Hondo aullido interior del escritor,
puto grito del descalabro
cuando asoma en las lindes
de lo suprarreal
al otro lado del cerebro
y de lo supuesto sano.
Y luego ordénalo.
Dale una voz.
Con la cabeza abierta en dos,
una mitad babeando,
otra mutilando.
No sea que el lector no entienda,
o se ofenda,
o enloquezca.
Hay que tener ovarios para ser poeta.
Y unas metafóricas alas,
que no te convierten en
mariposa,
para sobrevolar los precipicios
de neuronas murales
y volver,
como si nada.
MARÍA RAMOS GALLARDO. "UN ENTE EN EL DIVÁN". EDITORIAL EXLIBRIC. 2018 ©